Gordi

Foto: http://www.teknlife.com

Supongo que esta semana es tan buena como cualquier otra para comunicaros las tres cosas que mejor hacen los estadounidenses, además de las decoraciones de sus casas en cada fiesta temática y opinar de todo aunque no tengan ni puta idea. Son las siguientes:

1. La comida no saludable. En Estados Unidos, la mierda es mierda de la buena, la mejor. Por ejemplo: el bacon es "crispy" (no "floppy"), el helado es "creamy", la pizza es "cheesy", la hamburguesa es "greasy" y los refrescos son "freezy". En definitiva, de la manera en la que debería ser en todas partes, ya habrá tiempo después para comer ensalada siete días consecutivos y sudar otros cuatro días más en la elíptica del gimnasio.

2. El deporte. Básicamente, todo lo relacionado con él. Desde la organización a la cobertura mediática. Desde sus competiciones a sus deportistas. Desde el respeto al pasado a la apuesta por el futuro. Desde la capacidad emotiva al análisis racional. Reitero: todo. Es tan superior el trato que se le concede al deporte (en su condición global, no a un único deporte) comparado con otros lugares que da cierta envidia verlo.

3. El cine.

Y, como este domingo son los Premios Oscar y mi condición de obseso maníaco del cine es de sobra conocida desde mi niñez (si sigues este blog desde hace tiempo y todavía no te has dado cuenta de ello tienes un verdadero problema), creo que lo mejor será profundizar hoy sobre este tercer último punto.  

No sé cuál será para vosotros el mayor aporte que han hecho los norteamericanos a la historia de la humanidad, pero os aviso con antelación: estáis totalmente equivocados en vuestro pensamiento. Porque el mayor aporte que han hecho los estadounidenses a la historia de la humanidad se llama MoviePass y es la suscripción que te permite ver una película al día en cualquier sala de cine por únicamente 7,95 dólares al mes (en la oferta actual, lo habitual son 9,95 dólares al mes). Aficionados cinéfilos y distribuidores españoles que habéis sobrevivido al infarto tras leer esta revelación: sí, estáis en lo cierto, llamadme. Soy vuestro hombre para implantarlo en España: conozco su uso de primera mano, soy un periodista licenciado con amplia experiencia en el marketing y en la comunicación, y en mi juventud trabajé durante tres años en una sala de cine para pagarme mis años de universidad. Mi perfil es tan parecido al del candidato ideal a ese puesto de trabajo que hasta asusta.

En cualquier caso, lo realmente importante de todo lo que os estoy contando es que Wonder Woman todavía no me ha dejado tirado en la calle pese a que haya regresado a las semanas de un par (o tres o, ejem, mejor no sigo) de visitas a las salas de cine. La culpa es por supuesto del MoviePass, no mía.      Además, como siempre, lo que me mueve es el estudio sociológico, poder contároslo luego en este espacio. Y eso es lo que voy a hacer. De las visitas a nuestros cines habituales (Wonder Woman y yo tenemos, ejem, cuatro cines habituales: un cine de barrio, un cineclub con películas de autor y películas antiguas, unos multicines en el centro de Chicago y otros multicines en un suburbio al norte de Chicago) y otras experiencias cinéfilas hemos aprendido lo siguiente:

- Los estadounidenses interactúan con las películas. Sin duda, se trata de una de las cosas que más me ha sorprendido. Insisto: el público estadounidense interactúa con la pantalla. En mitad del metraje, no al final cuando ya se han encendido las luces. Le habla a los personajes. Aplaude. Chilla. Dialoga. Y a veces hasta se desternilla de risa cuando Phantom Thread atraviesa su parte más dramática. Es algo muy extraño, muy loco todo, pero supongo que estará ligado a alguna cuestión sociológica que se me escapa (no soy infalible, claro). Le preguntaré a algún amigo norteamericano.  

- Los estadounidenses siguen yendo a ver cine a las salas de cine. Sé que la afluencia a las salas de cine ha descendido muchísimo en un país en el que todo el mundo tiene Netflix, Hulu, Amazon Prime o HBO en sus casas y en el que puedes alquilar una película para verla en tu televisión el mismo día en el que dicha película se estrena en el cine (y las televisiones aquí son más grandes que toda la pared del salón de mi casa de España), pero, en serio, los estadounidenses siguen yendo a ver cine a las salas de cine. Van mucho al cine y ven muchas películas en el cine. Las salas se llenan y no me refiero a las dos primeras semanas de la nueva película de Star Wars. No. Puede llevar Call me by your name tres meses ya en la cartelera de esos cines y, aun así, vas a una sesión un viernes por la tarde y hay más de la mitad de las butacas ocupadas. O en I, Tonya. O en Molly's game. O en Lady Bird. Es, cuanto menos, esperanzador para todos aquellos que nos consideramos románticos trasnochados.

- Los estadounidenses comen pizza y beben cócteles en las salas de cine. Os recuerdo que yo trabajé en un cine, así que os contaré algo: teníamos terminantemente prohibido dejar a la gente entrar con comida o bebida de fuera de nuestro multicine. ¿De acuerdo? Vale, pues en Estados Unidos puedes hasta llevar una caja de pizza comprada en una pizzería cercana y cometerla en la sala de cine. O, si lo prefieres, pasar la tarde bebiendo Tom Collins y, cuando estás bebiéndote el quinto de ellos, meterte a ver una película con tu cóctel en la mano. Y, por supuesto, rellenar tu refresco es gratuito si ya te lo has bebido. No es así en todos los sitios, únicamente en algunas de las grandes salas de multicines, pero os aseguro que impacta la primera vez que lo ves.

- Los estadounidenses aprovechan el cine para hacer grandes planes con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y (si se precia) el conserje de la finca en la que vives. Una de las mayores experiencias que hemos vivido Wonder Woman y yo con el cine aquí fue cuando fuimos a ver El señor de los Anillos: el retorno del rey al Ravinia, el festival de música al aire libre más antiguo de todo Estados Unidos y que se celebra en un sitio enorme con más de 150.000 metros cuadrados. La experiencia fue muy interesante, ya que la Orquesta Sinfónica de Chicago tocó en directo la banda sonora de la película mientras la veíamos, pero lo realmente sorprendente fue ver a familias enteras, grupos de amigos, decenas de compañeros de trabajo compartiendo toneladas de comida y de bebida con la excusa de ver una película en pantalla grande.

- Los estadounidenses respetan a sus clásicos y a su cultura. Si tengo que quedarme con una experiencia cinéfila de las que hemos vivido hasta ahora en Chicago, sin duda tiene que ser con aquella tarde veraniega en la que Wonder Woman y yo disfrutamos en pantalla grande de Blues Brothers a las afueras del 1060 de West Addison Street. O lo que es lo mismo, a las puertas de Wrigley Field, hogar de los Cubs, uno de los templos de Chicago y, también, el sitio que protagoniza uno de los momentos más icónicos de la legendaria película interpretada por Belushi y Aykroyd. Nuestra epopeya en el metro portando un par de sillas de Ikea mereció la pena para poder ver a decenas de chicagüenses recitando los diálogos en voz alta, aplaudiendo cuando apareció Wrigley Field en la pantalla o abucheando a los nazis de Illinois.    

Y eso hablando únicamente de Chicago y de los suburbios, lugares en los que tienes mucho ocio para elegir, porque en los pueblos más alejados de la civilización en Illinois, por lo que hemos podido ver Wonder Woman y yo y por lo que nos han contado, la situación es todavía más emocionante para todos aquellos que nos consideramos románticos trasnochados: lo único que puedes hacer es ir a misa (un profesor español con el que coincidimos en un avión navideño nos contó que había fines de semana en los que iba a tres iglesias diferentes invitado por otros tantos padres de alumnos), beber cerveza fría y jugar al billar en el único bar que haya o ver una película en el cine. Sí, porque por muy pequeño que sea el pueblo, siempre hay un cine. O, en caso de que no haya, sí que habrá un cine en el pueblo más cercano. Es una certeza.

Así que si alguna vez os volvéis a preguntar la razón por la que el cine estadounidense está tan presente en las carteleras de todo el mundo, la respuesta, si vives en Estados Unidos y vas al cine habitualmente, es muy sencilla: porque aquí la gente sigue yendo al cine y respeta sus películas. Porque, de hecho, el cine forma parte de su cultura. Porque, en definitiva, el cine, sus películas, es lo mejor que tiene un estadounidense para mostrarle al mundo.

Eso sí, a Wonder Woman y a mí todavía no nos ha ocurrido lo que le ocurrió a Gordi en el cine con su vomitona (en su traducción para la versión española, porque en la versión original era una vomitona de mentira). Todavía, que por culpa del MoviePass seguro que tenemos muchas más probabilidades de que nos suceda.


PS: "Martin Sheen? That's President Kennedy, you idiot!". Clases de historia con Los Goonies.

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