Sally

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Wonder Woman fue la primera en darse cuenta: Chicago es Berlín. Me lo dijo un día en el que estábamos esperando al metro, que es de largo lo que más me gusta de la ciudad chicagüense y, por otro lado, que es también la característica más similar a la capital alemana que tiene la localidad más importante de Illinois. Porque Chicago, con su inolvidable skyline y su sorprendente arquitectura, puede ser la Gotham City más cinematográfica, pero, con su precioso metro elevado, aunque parezca increíble, si te sales del centro, del Loop, Chicago es también Berlín. O, al menos, para Wonder Woman y para mí lo es.

En realidad, si analizamos sus barrios, Chicago es prácticamente todo el planeta. Es, entre otros muchos lugares, Puerto Rico, Ucrania, México, IndiaItalia, Suecia, Grecia, Lituania, China o Polonia. Y es, por supuesto, también Alemania.

Y, en el cine, Chicago todavía es más, muchísimo más. Es la ciudad, realista y soñadora, que se ve en las pantallas de una de las mejores novelas de Nick Hornby. Es una bella declaración de amor a sí misma. Es el pasado que enseña al futuro. Es el 1060 de W Addison St (el único lugar de Chicago tan bueno como su metro) en una desternillante película. Es un falso culpable huyendo un día de San Patricio. Es un ladrón de bancos al que nadie puede detener.  Es un niño maravillado al conocerla. Es una de las obras maestras de Alfred Hitchcock. Es un carrito con un bebé cayéndose por las escaleras de una mítica estación de trenes. Es una persecución de coches en unos rascacielos circulares.

Es, incluso, aunque Chicago no salga en ningún momento a lo largo de todo su metraje, un cabaret de Berlín en los años 30 en pleno auge del nazismo. Porque, quizá no lo sepáis, pero Bob Fosse, el director de esa oscarizada película, es chicagüense y estudió, al igual que su homólogo Michael Mann, en el Amundsen High School, un instituto en el barrio alemán... de Chicago.

Wonder Woman tiene razón: Chicago es Berlín. Porque yo adoro Berlín por encima de prácticamente todas las ciudades del mundo en las que he estado (Lisboa, aparte) y Chicago es la única ciudad que consigue que yo quiera pasar horas y horas encerrado en su metro elevado, una especie de tren de la bruja, una especie de atracción de parque temático que te marea, dando vueltas mientras miro absorto los edificios que me rodean y pienso en cosas como, por ejemplo, que Frank Lloyd Wright era un puto genio, que nunca en mi vida me cansaré de escuchar 'Love will tear us apart' o que no me había dado cuenta hasta que ha llegado el otoño aquí en Chicago que llevaba años sin poder ver de verdad en España (salvo en el Hayedo de la Tejera Negra) toda la amplia gama de colores que tiene (o debería tener) el otoño y que ya no tiene. Sí, este último es un pensamiento de viejo, pero es que es lo que soy.

Wonder Woman, insisto, tiene razón: Chicago es Berlín. Porque Chicago es la única ciudad del mundo que consigue que yo vaya a una fiesta multitudinaria y callejera de alemanes en el barrio alemán y que un grupo de música típica de Baviera termine tocando una canción de un cantante de Nueva York y que yo la cante como un loco rodeado de estadounidenses más rubios que los propios berlineses. Una canción que, además, es la banda sonora de la escena que posiblemente más he disfrutado en toda mi vida.

Porque Wonder Woman tiene razón: Chicago es Berlín. Y también es cine.


PS: "I hate Illinois nazis". Jake Blues, amado líder.

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